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Los cuentos que componen Lugares que nos habitan son
de corte surrealista. Tal y como me dijo la autora en una entrevista que acabo
de hacerle, todos ellos tienen en común dos cosas: la temática (giran en torno
a las relaciones conflictivas entre las personas) y el espacio como metáfora de
lo que les ocurre a los personajes que lo habitan.
El libro se inicia y finaliza con dos relatos
especialmente potentes: Voces y Moscas y en ambos casos trata sobre
parejas que ven imposible comunicarse, que prefieren tapar los ojos para hacer
como que los problemas no existen en vez de reflexionar sobre ellos y
afrontarlos. Un tema similar se trata también en el exquisito microrrelato
titulado La gotera.
Los relatos Desapariciones y Un poco de
intimidad tratan el tema de la felicidad absoluta como un problema más que
como una ventaja. En ambos relatos la felicidad sin fisuras acaba pasándoles
factura a los protagonistas, como si la ausencia de problemas fuese un problema
en sí mismo.
Tampones y pomelos es el relato más tierno de todo
el libro. Se nos muestra en él la necesidad de amor y compañía.
Noviembre es un relato sobre los posibles
caminos que debemos tomar en la vida, el que debemos y el que queremos. Si
hacemos sólo lo que deseamos, caemos en el mayor de los egoísmos y si hacemos sólo
lo que debemos, somos desgraciados. ¿Qué hacer entonces si queremos contentar a
todo el mundo, a nosotros mismos incluidos?
Monstruo es un relato terrible sobre
cómo un grupo de personas se van azuzando unas a otras (algunos por acción y
otros por omisión) para deshacerse de un vecino extraño que los está
molestando.
Dejo para el final el mejor de los relatos,
en mi opinión: La señora Devereaux es
una delicia absoluta. Está tan bien escrito, sus imágenes son tan poderosas,
los adjetivos elegidos tan adecuados y el ambiente tan onírico y angustioso,
que cuando acabé de leerlo, lo releí de inmediato para volver a tener esa
sensación de extrañamiento que hacía tiempo no sentía al leer algo.
Los relatos están bien escritos, quizás sea
demasiado repetitivo el tema constante de los conflictos entre personas que
conviven y se echa de menos una mayor variedad temática, pero al fin y al cabo
es lo que piden las editoriales, que haya una unidad temática entre todos los
relatos de un mismo libro.
Me parece un buen libro de relatos y en él
creo adivinar influencias de Cortázar, de Kafka (en el relato Voces y en Noviembre me parecía estar dentro de una novela del autor checo) e
incluso de autores más actuales: Un poco
de intimidad me recordó mucho al relato Como
una historia de terror de Jon Bilbao.